sábado, 7 de diciembre de 2013

Hasta siempre, Madiba




La lucha pacífica contra el racismo y el perdón al colonialista fue la estrategia exitosa del rebelde. Mandela, el histórico líder negro que resistió 27 años de cárcel bajo el régimen del apartheid y que luego llegó a ser el primer presidente negro de Sudáfrica, nos dejó físicamente el miércoles pero, indudablemente, su legado perdurará por siempre en el corazón de los oprimidos en todo el mundo, siendo emblema, estímulo y esperanza para nuestras luchas actuales.

Su indiscutible ejemplo marcó y seguirá marcando a fuego nuestra historia contemporánea mundial. Esa en la que hasta hace poco más de dos décadas en el continente africano existía un régimen de segregación racial; un racismo explícito donde los negros no tenían derecho a nada, ni siquiera a circular en los mismos espacios públicos que los blancos. Brutalmente los blancos por aquí y los negros por allá. En estas horas, los principales medios de comunicación hablan del perdón y del no resentimiento del Mandela que salió de la cárcel y constituyó una nueva nación democrática y multicultural en un contexto histórico y social único, que no es extrapolable.

Vayan nuestras condolencias a su familia y al mundo entero, porque todos hemos perdido a Madiba. Desde Agrupación Afro Xangó convocamos a redoblar el compromiso para seguir derribando no sólo al racismo como mecanismo de segregación, sino también todos los modos de opresión en los que ha mutado ese racismo primario: el automático, el xenófobo, el psicológico, el social, el cultural, el material, el simbólico, el estructural, el político, el exótico.

La violencia ha sido sistemáticamente infringida por el modelo blanco, clasista, heterosexual, católico y burgués hacia los afrodescendientes, quienes hemos sido los subalternos de esa historia. Las políticas de igualdad y la lucha contra el racismo que propició y profundizó Mandela al llegar a la presidencia de Sudáfrica, en 1994, promovieron además los derechos humanos en el mundo. Se trató de un líder que amplió a todos los ámbitos plausibles la lucha contra la discriminación y permitió, por ejemplo, que Sudáfrica fuese el quinto país del mundo en reconocer el derecho de las parejas del mismo sexo a contraer matrimonio civil en el año 2006.

A la luz de los logros y con el peso de la historia se avizora lo que falta tras la muerte de Mandela, y para reivindicar su legado es necesario visibilizar y dimensionar el impacto de los mecanismos estructurales del racismo, donde un dato insoslayable es el proporcionado por las Naciones Unidas: el 90 por ciento de los afrodescendientes del continente americano viven debajo de la línea de la pobreza. En nuestro país hoy vivimos cotidianamente negros, negras y afrodescendientes en una sociedad cuya memoria colectiva encarnó el mito de “la Argentina blanca”. Ese que se resume en un “acá no hay negros porque se murieron todos en las guerras” y que, paradójicamente, no otorga a eso valor ni necesidad de reconocimiento alguno; ése por el que la palabra “negro” lleva aún el signo negativo que le dio el colonialista para borrar cualquier viso de identidad a sus esclavos; ése por el que los negros son siempre los otros y casi ningún argentino se pregunta si tiene algún antepasado negro: si es afrodescendiente; ése por el que el racismo está instalado y los afroargentinos son extranjeros en su propia tierra.

Retomemos, entonces, los valores de Madiba para luchar contra el racismo, la discriminación y la xenofobia en cualquier lugar del mundo; porque ya lo dijo él: “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel o su origen o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar. El amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario”. 



Original publicado como columna de opinión de Carlos Álvarez Nazareno en Página 12, del 7 de diciembre de 2013: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-235164-2013-12-07.html