Al
conmemorar hoy el Día Internacional de Lucha contra el Racismo, recordamos al
grupo de manifestantes contra el apartheid y la represión sufrida allí, que
constituyó la matanza de Shaperville en Sudáfrica, 1960. Para nosotras y
nosotros, ser afrodescendiente, africano/a o negro/a nos llena de orgullo, pero
también nos plantea la necesidad de dar cuenta, entre otras cuestiones, de las
desigualdades socioeconómicas y culturales de nuestras poblaciones en las
Américas y el Caribe. Según un informe de Naciones Unidas, aún el 90 por ciento
de los afrodescendientes del continente americano vive debajo de la línea de la
pobreza y nuestro aporte sociocultural es tibiamente reconocido.
Estas
realidades complejas de nuestra región requieren dimensionar el proceso tanto
en el tiempo como en el espacio. Las luchas del movimiento afro se
visibilizaron fuertemente a partir del siglo XXI y lograron poner en la agenda
política y pública nacional e internacional la urgencia de considerar los
rezagos que el racismo aún imperante genera a nivel cultural, social, económico
y político en nuestras sociedades.
En la
ciudad de Buenos Aires, el gobierno de Mauricio Macri viene recrudeciendo su
política de hostigamiento, persecución y represión, particularmente hacia la “nueva”
migración africana. Un mecanismo de expulsión y xenofobia que tiene su
correlato en una Europa “asustada” que apela al cierre de fronteras, levantando
muros invisibles, esos muros “legales”, que generan nuevas modalidades de
apartheid. Lo que ocurre no es nuevo, en la Argentina esta separación se dio en
épocas de la fiebre amarilla, cuando los negros fueron recluidos en los barrios
de San Telmo y Balvanera y las clases altas se refugiaron en la Recoleta,
originando el mito de la desaparición de la población afroargentina. Una
negación hacia nuestra comunidad que aún perdura.
El 2013
nos dejó, por primera vez en la Argentina, la celebración del 8 de noviembre,
Día Nacional de los Afroargentinos/as y la Cultura Afro, que sumado a la
inclusión de la variable afro en el Censo Nacional 2010 muestra un esfuerzo
progresivo de visibilización y reconocimiento de la presencia y el aporte de
los afrodescendientes a la conformación de lo que hoy conocemos como Estado
nación. También nos dejó, luego de la enorme pérdida que significa la muerte de
Mandela, máximo exponente contemporáneo de la lucha contra el racismo, un
despertar a nivel mundial de la importancia del compromiso contra el racismo y
la xenofobia mediante procesos de paz.
A la luz
de los avances y con el peso de la historia se avizora lo que falta:
reivindicar el legado de Mandela implica visibilizar y dimensionar el impacto
de los mecanismos estructurales del racismo y combatir la pobreza a la que fue
condenada la población afro tras los procesos de abolición de la esclavitud.
El
desafío para 2014 es repensar la argentinidad, rompiendo con el paradigma
excluyente de la Argentina blanca y eurocentrista, profundizando las políticas
de reconocimiento del innegable aporte afroargentino a nuestra sociedad. Así,
en la antesala del Decenio de los Afrodescendientes, denominado por la ONU para
2015-2024, estaremos valorando y educando sobre el aporte afro en las luchas
independentistas, en nuestra cultura, lenguaje, música y comidas, y en el
desarrollo de nuestras economías y ciudades, que constituyeron un aspecto
fundamental para nuestra identidad nacional. Una Argentina sin racismo y
xenofobia es posible, pero necesita del compromiso de toda la sociedad.
Original
publicado como columna de opinión de Carlos Álvarez Nazareno en Página 12, del
Viernes 21 de marzo de 2014:
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-235164-2013-12-07.html