La lucha
pacífica contra el racismo y el perdón al colonialista fue la estrategia
exitosa del rebelde. Mandela, el histórico líder negro que resistió 27 años de
cárcel bajo el régimen del apartheid y que luego llegó a ser el primer
presidente negro de Sudáfrica, nos dejó físicamente el miércoles pero,
indudablemente, su legado perdurará por siempre en el corazón de los oprimidos
en todo el mundo, siendo emblema, estímulo y esperanza para nuestras luchas
actuales.
Su
indiscutible ejemplo marcó y seguirá marcando a fuego nuestra historia
contemporánea mundial. Esa en la que hasta hace poco más de dos décadas en el
continente africano existía un régimen de segregación racial; un racismo
explícito donde los negros no tenían derecho a nada, ni siquiera a circular en
los mismos espacios públicos que los blancos. Brutalmente los blancos por aquí
y los negros por allá. En estas horas, los principales medios de comunicación
hablan del perdón y del no resentimiento del Mandela que salió de la cárcel y
constituyó una nueva nación democrática y multicultural en un contexto
histórico y social único, que no es extrapolable.
Vayan
nuestras condolencias a su familia y al mundo entero, porque todos hemos
perdido a Madiba. Desde Agrupación Afro Xangó convocamos a redoblar el
compromiso para seguir derribando no sólo al racismo como mecanismo de
segregación, sino también todos los modos de opresión en los que ha mutado ese racismo
primario: el automático, el xenófobo, el psicológico, el social, el cultural,
el material, el simbólico, el estructural, el político, el exótico.
La
violencia ha sido sistemáticamente infringida por el modelo blanco, clasista,
heterosexual, católico y burgués hacia los afrodescendientes, quienes hemos
sido los subalternos de esa historia. Las políticas de igualdad y la lucha
contra el racismo que propició y profundizó Mandela al llegar a la presidencia
de Sudáfrica, en 1994, promovieron además los derechos humanos en el mundo. Se
trató de un líder que amplió a todos los ámbitos plausibles la lucha contra la
discriminación y permitió, por ejemplo, que Sudáfrica fuese el quinto país del
mundo en reconocer el derecho de las parejas del mismo sexo a contraer
matrimonio civil en el año 2006.
A la luz de los logros y con el
peso de la historia se avizora lo que falta tras la muerte de Mandela, y para
reivindicar su legado es necesario visibilizar y dimensionar el impacto de los
mecanismos estructurales del racismo, donde un dato insoslayable es el
proporcionado por las Naciones Unidas: el 90 por ciento de los
afrodescendientes del continente americano viven debajo de la línea de la
pobreza. En nuestro país hoy vivimos cotidianamente negros, negras y afrodescendientes
en una sociedad cuya memoria colectiva encarnó el mito de “la Argentina
blanca”. Ese que se resume en un “acá no hay negros porque se murieron todos en
las guerras” y que, paradójicamente, no otorga a eso valor ni necesidad de
reconocimiento alguno; ése por el que la palabra “negro” lleva aún el signo
negativo que le dio el colonialista para borrar cualquier viso de identidad a
sus esclavos; ése por el que los negros son siempre los otros y casi ningún
argentino se pregunta si tiene algún antepasado negro: si es afrodescendiente;
ése por el que el racismo está instalado y los afroargentinos son extranjeros
en su propia tierra.
Retomemos, entonces, los valores
de Madiba para luchar contra el racismo, la discriminación y la xenofobia en
cualquier lugar del mundo; porque ya lo dijo él: “Nadie nace odiando a otra
persona por el color de su piel o su origen o su religión. La gente tiene que
aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede
enseñar a amar. El amor llega más naturalmente al corazón humano que su
contrario”.
Original publicado como columna
de opinión de Carlos Álvarez Nazareno en Página 12, del 7 de diciembre de 2013: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-235164-2013-12-07.html
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